Opinión de Alfonso Callejero: «Fraga y los temporeros, una distopía veraniega»

Alfonso Callejero Junio 2025

Nuevo artículo de opinión de Alfonso Callejero, analizando la llegada de cientos de temporeros a Fraga y comarca con motivo de la campaña frutícola

Una constante que se suele repetir en las series es que cualquier realidad supera a la ficción. Y esto es algo que si nos paramos a pensar de forma casi constante el guión de nuestras vidas o del instante que apreciamos no estaría mejor escrito por cualquier afamado guionista. 

Siguiendo este hilo, estas últimas semanas podemos ver como el Ayuntamiento de Fraga se ha aficionado al género de las distopías. El guionista de la alcaldía, en vez de escribir una serie de convivencia y valores sociales, está empecinado en rodar una serie donde se cree una realidad que, a grandes rasgos, no existe, donde se relacione lo peor de nuestra condición humana con un grupo social muy concreto.

Ya que con el inicio de la campaña de la fruta y el aumento de trabajadores que llegan a Fraga de origen extranjero hemos visto en el arranque de esta serie distópica como en dicha escena solicitaban un aumento de la necesidad de tener más policía y demás fuerzas de seguridad del Estado.

Podría tener sentido esta demanda si la criminalidad en Fraga en los meses de verano aumentara fruto de que las bandas organizadas, los maleantes y demás granujillas que hacen de antagonistas de la serie. Ya que durante el día se disfrazan de temporeros y después de 10 horas diarias de trabajo de sol a sol, aún tienen tiempo, ganas y motivación para de forma sistemática cometer pequeños hurtos. Pero Fraga es una ciudad segura, según confesó el alcalde hace unas semanas. Cuando además los datos de criminalidad de nuestra localidad siguen descendiendo, por tercer año consecutivo.

Extender este relato distópico y de suspense de que los extranjeros nos traen la criminalidad y que nos vienen a robar, conlleva un imprudente ejercicio de crear un guión donde veamos al que “no es del país” con recelo, distancia e incluso temor. Generando la necesidad de que solo esté la temporada de verano y que fuera del horario de trabajo no se le vea, ni se cruce con nosotros en la calle, el supermercado y mucho menos que sus hijos no acaben yendo al mismo cole o clase que los de nuestros. 

Olvidándonos de la verdadera realidad. Puesto que su guión vital está escrito por la miseria, el exilio, el hambre, el miedo o las guerras financiadas por el mundo rico y que son innumerables martirios, peligros, miedos e incertidumbres que muchos de los africanos han tenido que soportar para llegar a Europa, cruzando el desierto infinito y el Mediterraneo en una efímera e inestable barca. Dejando lejos, muy lejos a su familia con la promesa de una vida mejor para él y los suyos que allí les siguen necesitando.

Sus desgarradores y abrasadores días de miedo en las caravanas del desierto, sorteando alambradas, aduanas, noches de marejada sí que son dignas de que protagonizaran una serie biopic. Para que entendiéramos la crudeza de su vida, los pesares de su migración y la frustración sentida al llegar a Europa y descubrir que sus penurias, pobreza y tristeza lejos de acabar se transforman y adquieren tintes de incomprensión, rechazo y la caricaturización de una sociedad que los recibe, los exprime y los acorrala en los bordes de la escena. Junto con largas jornadas de sol a sol, mosquitos y fruta, noches de literas por 150€ en viviendas indignas, que amenazan ruinas y que carecen de agua, luz o la intimidad suficiente como para poder llamar hogar a su lugar de descanso.

Así en esta serie, el giro de guión no depende de ellos. Depende de nosotros. De cómo decidamos mirar, contar y convivir. Lo que necesitamos, tal vez, más que exclusivamente más policía en verano, sea mirarnos a los ojos, más empatía y más humanidad.

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