Miguel Ángel Lacoma: El mejor regalo que puede hacerse un empresario en Navidad

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Último artículo de opinión del año sobre empresas y finanzas de nuestro colaborador y asesor empresarial Miguel Ángel Lacoma

La Navidad suele ser uno de los pocos momentos del año en los que un empresario se permite parar. Aunque el negocio no se detenga del todo, el ritmo baja, las reuniones se espacian y, por primera vez en muchos meses, aparece algo de silencio. Y con el silencio, llega también la reflexión.

En estas fechas es habitual hacer balance. Miramos si el año ha sido “bueno” o “malo”, si se ha trabajado mucho, si ha habido problemas o si, al menos, se ha conseguido salir adelante. A veces incluso nos felicitamos: “otro año más superado”. Pero pocas veces aprovechamos esta pausa para hacernos las preguntas importantes.

Porque descansar es necesario, sin duda. Pero descansar no soluciona los problemas de fondo.

Me encuentro a menudo con empresarios que llegan a final de año agotados. Han trabajado mucho, han sacado el trabajo adelante, han cumplido con clientes y proveedores… y aun así sienten una mezcla extraña de alivio y preocupación. Alivio porque el año termina. Preocupación porque, en el fondo, saben que enero volverá a empezar igual.

Y cuando les preguntas qué es lo que más les inquieta, rara vez hablan de ventas. Hablan de tensión. De no saber exactamente cómo están. De esa sensación incómoda de que la empresa funciona, pero ellos no están tranquilos.

Ahí es donde aparece la clave: el verdadero regalo que puede hacerse un empresario no es trabajar menos ni vender más. Es ganar claridad.

Claridad para entender qué ha pasado realmente en su empresa durante el año. No lo que parece que ha pasado, sino lo que ha pasado de verdad. Saber por qué, a pesar de facturar, a veces el dinero no llega a la cuenta. Entender qué decisiones han funcionado y cuáles han generado más problemas de los que parecían. Distinguir entre ir bien… y simplemente ir tirando.

Muchas empresas tienen algo en común: están bien gestionadas desde el punto de vista técnico. Se produce bien, se da un buen servicio, se trabaja duro. Pero se toman decisiones importantes sin una visión clara del impacto económico que tienen. Y eso, con el tiempo, se paga.

He visto empresas que cierran el año con beneficios y arrancan enero con problemas. Empresarios que no entienden por qué, si “los números salen”, viven permanentemente pendientes del banco. Otros que han crecido en facturación, pero también en nervios. Y no porque lo estén haciendo mal, sino porque nadie les ha enseñado a leer su negocio con calma.

No hace falta saber contabilidad para entender esto. Basta con aceptar algunas ideas sencillas. La primera: beneficio no es lo mismo que dinero en el banco. La segunda: crecer sin control genera tensión, no tranquilidad. Y la tercera: no mirar los números no hace que los problemas desaparezcan; solo hace que lleguen más tarde y con más fuerza.

La Navidad es un buen momento para regalarse perspectiva. Para mirar el año con un poco de distancia y preguntarse cosas incómodas, pero necesarias. ¿He trabajado mucho o he trabajado bien? ¿Las decisiones que he tomado me han dado tranquilidad o solo me han mantenido ocupado? ¿Tengo control o solo intuición?

No se trata de flagelarse ni de buscar culpables. Se trata de entender. Porque cuando un empresario entiende su empresa, decide mejor. Y cuando decide mejor, duerme mejor.

Quizá este año el mejor regalo no esté envuelto en papel ni se coloque debajo del árbol. Quizá sea algo más discreto, pero mucho más valioso: claridad para empezar el próximo año con menos incertidumbre y más control.

Y eso, para cualquier empresario, es un regalo que dura mucho más que la Navidad.

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