Alfonso Callejero: Yo también tengo un amigo gay

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Hoy se cumplen 20 años de la aprobación de la ley que permitió el matrimonio entre personas del mismo sexo. Fue un 30 de junio de 2005. Y nuestro colaboardor, Alfonso Callejero, reflexiona sobre eta efeméride

Han pasado 20 años desde que en España se aprobó el matrimonio homosexual. Dos décadas desde que algunos sectores anclados en el blanco y negro y oliendo a sudor y naftalina dijeron que el fin de la civilización occidental y de las familias empezaba con esta ley de Zapatero.

Hoy la vida sigue, Occidente colapsa pero de vergüenza al no querer mirar a Palestina y las familias sobreviven a los precios de la vivienda. Pero los que siguen ladrando son los mismos ultras que no entienden que el paso del tiempo les adelantó y ellos se quedaron anclados en una época que ya no existe.

Fue un 3 de julio de 2005 cuando España aprobó que dos personas que se aman pudieran casarse sin importar su sexo. La derecha puso el grito en el cielo, domingo sí y al otro también, mientras la sirvienta les almidonaba el traje de la siguiente “manifa”, la Iglesia sacó el crucifijo y los cuñados. Bueno, los cuñados nunca han parado de hablar.

Veinte años después, seguimos aquí. Casados, divorciados, criando hijos, pagando hipotecas, adoptando perros y discutiendo cómo nos repartimos las comidas de Navidad, igual que todo el mundo. Y eso es precisamente la victoria: la normalidad. Porque la igualdad no era una concesión, ni un privilegio, era una deuda histórica, por los que lucharon y no la vieron, por lo que pudieron celebrar este hito, y porque una sociedad es más justa cuando todos tenemos los mismos derechos.

Y sin embargo, no todo es celebración. Mientras brindamos por estos 20 años, asoma de nuevo la ultraderecha con sus discursos enlatados y olor a colonia vieja. Esos que hablan de “lobbies” y “ideología de género” como si estuviéramos en un episodio rancio de “Cuéntame”. Porque la ultraderecha no trae ideas, trae miedo, y lo vende envuelto en banderas y odio.

Discursos que luego replican los cuñados. Esos opinólogos de sobremesa, expertos en “no soy homófobo, pero”, esa especie ibérica que florece en Navidad, elecciones y te envía el último meme faltón “porque como te vas a enfadar si es solo un chiste”. Su talento es admirable: son capaces de invocar a la “libertad de expresión” solo cuando sienten que ya no pueden decir barbaridades sin que alguien les replique en Twitter, o en la mesa harto de su verborrea.

Pero que chillen. Que pataleen. Que hagan podcasts. Porque mientras ellos se atrincheran en sus memes de WhatsApp, el mundo sigue avanzando. Y no hay retroceso posible cuando una generación entera ha crecido viendo a dos mujeres casarse sin que pase absolutamente nada. Nada, salvo que el amor gane.

Hoy celebramos 20 años de matrimonio homosexual. 20 años de derechos, de lucha, de visibilidad. Y sí, también de bodas con padrinos emocionados y tías que al final se lo pasaron mejor de lo que pensaban. Porque al final el triunfo es la normalidad, poder disfrutar y ser partícipes todos de los derechos sociales.

A los que pelearon por esto, gracias. A los que aún lo cuestionan, paciencia: la historia siempre pone a cada uno en su sitio. Y al resto, a brindar. Que el amor nos dure otros 20 años más, y que los cuñados se aburran antes.

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