Alfonso Callejero: Los políticos posan, nosotros necesitamos soluciones

Callejero agosto

Este mes, en el artículo de opinión de nuestro colaborador, Alfonso Callejero reflexiona sobre el perfil de los políticos comarcales

Sigo profundamente convencido de la importancia de la política como herramienta para transformar una sociedad, mejorar las condiciones de vida de una localidad, una región, garantizar derechos básicos o incluso ampliarlos.

En cambio, parece que esto llamado política es enlazar un bostezo detrás de otro, hacer “lo mismo de siempre para que nada cambie” adornado con una farándula de trucos de salón o sainetes de teatrillos de provincias. 

Así en lo local la vida pasa entre un festín dominical y otro que anuncian el lunes siguiente y la vida parece que no cambia para los ciudadanos. La realidad es que bajo esa luz mortecina y almizclada que todo lo deslumbra, no nos deja ver que sí suceden muchas cosas y no siempre a nuestro favor. Publicaciones, anuncios y fotografías se afanan en jugar con coloridas estampas para que no nos acordemos de que algún día se nos caerá el Flavia, mientras se lo come el olvido y la podredumbre, o sirven en bandeja la instalación de plantas de biogás en nuestro municipio bajo argumentos cuestionables que los científicos y expertos cuestionan y se muestran contrarios a este tipo de plantas. A la vez que muere cada año la eterna promesa de una nueva climatización que no haga axfisiante (y peligroso) hacer deporte en el gimnasio municipal durante los cada vez más largos meses de calor. O quién sabe, tal vez soñar con un nuevo gimnasio más grande donde no exista una lista de espera para poder hacer deporte en nuestra ciudad.

“Antes me jubilaré, que veré la residencia” llevo algunos años diciendo con cierta ironía, y por ahora las sucesivas presidencias comarcales me están dando la razón. Ahora no sabemos porque este proyecto, vital para nuestra comarca, está olvidado o con la impresión de que no se le quitará el polvo del olvido hasta que lleguen las próximas elecciones o interese a algún vocero oportunista con ganas de hacerse un video un domingo por la mañana. 

Mientras en Zaragoza todo sigue con esa cadencia lenta y parsimoniosa, donde tal vez las prioridades sean que el Zaragoza tenga un nuevo estadio, no se en qué categoría lo veré jugar el año que viene, y crear centros de datos que generan poco empleo, mucho gasto energético y de agua, mientras nos los venden como la panacea de la modernidad. A la vez que de forma discreta más universidades privadas quieren establecer su negocio en Aragón. Yo seguiré defendiendo que la prioridad debería ser una política pública educativa, al igual que sanitaria. 

Y mientras tanto, en el gobierno central, las políticas de vivienda siguen siendo un eco lejano de promesas que nunca llegan. Se anuncian planes, con más fotos y titulares que se diluyen con la misma rapidez que suben los alquileres. Las ayudas llegan tarde, los precios suben rápido y soñar con una vivienda se convierte en una quimera.

Estas políticas son las del parche, el miedo al conflicto con los “de siempre”  y las medias tintas, disfrazadas de gags y clickbait que camuflan los discursos de siempre. Porque aunque miremos a nuestro alrededor y las caras de nuestros políticos cambien, en el fondo todo permanece inmutable. Seguimos esperando proyectos que no llegan, otros que mueren en el olvido y con cierta resignación vamos aceptando esta realidad. Porque después de todo, la novedad es que no hay novedad.

Como decía al principio, creo que la política participativa y activa por nuestra parte es imprescindible y solo con la presión constante de una sociedad organizada que exige soluciones y nunca se deja llevar; las listas de espera se acortan o desaparecen y se realizan verdaderas políticas que transforman nuestra sociedad en una realidad adaptada a nuestras necesidades con mejores oportunidades para vivir y disfrutar de nuestro entorno. Ante este escenario donde el bostezo y “lo de siempre” camufla lo que sucede en la tramoya, los ciudadanos podríamos optar por rendirnos y dejar que “la política la hagan otros”, pero yo no soy de esos. Porque no me resigno a vivir en el bostezo eterno que nos susurran los políticos.

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